Las autopistas de la información del siglo XXI serán todavía mucho más rápidas. Si hasta ahora los datos ‘volaban’ por ellas a velocidades ya consideradas de vértigo -unos 10 Gigahercios por segundo-, una mezcla de polímeros y oro va a aumentar hasta 200 Gigahercios la capacidad de las redes. Según ha publicado la revista ‘Science’, la investigación de unos científicos estadounidenses ha dado un gran empujón a los ya casi obsoletos cables de fibra óptica.
Las redes de fibra óptica han demostrado ser la forma más rápida y eficaz de transmitir datos de un punto a otro del planeta, lo que las ha convertido en la médula ósea de tecnologías como Internet, la telefonía internacional o las televisiones de cable. Ahora, gracias a un nuevo revestimiento que irá en el interior de los cables, servicios como la transmisión en tiempo real de vídeo y contenidos en 3D será cosa de milésimas de segundo.
Hasta hoy, los cables de fibra óptica estaban revestidos de cristal en estado muy puro, del grosor de un cabello humano. Esto permitía la transmisión de señales de luz a una velocidad considerablemente elevada y sin casi ninguna interferencia. Sin embargo, cuando se trataba de incrementar la capacidad de la Red, a partir de los 40 Ghz., la señal se iba perdiendo hasta niveles inaceptables de calidad.
Pero un grupo de investigadores dirigido por el científico estadounidense Mark Lee ha hallado una fórmula para que ingentes cantidades de información viajen a velocidades de vértigo y sin perder absolutamente nada de calidad. ¿Y cómo es posible? Cambiando el revestimiento del cable.
Una especie de emparedado compuesto por dos capas de polímeros y una microcapa de oro en el medio han valido para incrementar la capacidad de transmisión hasta los 200 Ghz., y sin detectar ruido o interferencias en la señal. Un procedimiento no sólo mucho más eficaz, sino también más barato que el anterior.
También denominada la «superautopista de la información», la creación de una red mundial de cables de fibra óptica comenzó a mediados de los años 80.
El cable está fabricado con un vidrio sumamente delgado capaz de conducir en su interior los rayos de luz. En otras palabras, si se colocara una linterna en uno de los extremos del cable, el haz de luz llegaría hasta el otro extremo del mismo, independientemente de la distancia que hubiera entre ambos lugares -que pueden ser miles de kilómetros- o los giros que tenga que hacer el tubo durante su recorrido.
Pero lo necesario para transmitir información, datos, no es sólo que la luz viaje por el tubo, sino que ésta sea convertida en unos y ceros, en bits, el lenguaje universal de los ordenadores. ara ello, al final de la fibra se coloca un detector que cuando se enciende la luz en un extremo, en el otro es detectado y procesado, y luego convertido en señal digital.
La principal ventaja de este medio no sólo es la velocidad con la que se pueden transmitir los datos, -que ahora se vuelve a incrementar de una forma espectacular-, sino que, además, la fabricación del cable sigue siendo más barata que cuando se trata del tradicional cobre, la señal llega a su destino mucho más limpia y el cable no es inflamable.
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