Nada, las pequeñas preguntas que un niño hace a su padre…
– Papá, ¿por qué te casaste con mamá?
– Tú tampoco te lo explicas, ¿verdad hijo?
– Tía Teresa, ¿para qué te pintas?
– Para estar mas guapa.
– ¿Y tarda mucho en hacer efecto?
– Gracias, tío, por tu regalo.
– Muy atento, Pedrito, pero no vale la pena.
– Es lo que yo decía; pero mamá me ha dicho que te diera las gracias de todas formas.
– Tía Teresa, ¿de dónde vienes?
– Del Salón de Belleza.
– Estaba cerrado, ¿verdad?
– Papá, ¿qué es un monólogo?
– Lo que tengo yo con tu madre todas las noches.
– Abuelita, cierra los ojos.
– ¿Y por qué quieres que cierre los ojos?
– Porque papá ha dicho que, cuando tu cierres los ojos, seremos millonarios.
– Mamá, ¿le has pedido a papá que me compre la bicicleta?
– Sí, muchas veces; pero es inútil, no quiere.
– ¿Has probado con los ataques de nervios como cuando el abrigo de pieles?
– Mamá, ¿cuándo tendré los senos tan grandes como los tuyos?
– Dentro de unos pocos años.
– ¡Vaya!, ¡lo necesitaba para este sábado!.
– Manolito, ¿sabes la diferencia que hay entre el papel higiénico y la cortina de la ducha?
– No, mamá.
– Entonces has sido tú, ¿verdad?
– Mamá, yo quiero ser monja.
– Te he dicho mil veces que es imposible, Manolo
– Papá, ¿qué es la telepatía?
– Pues, cuando dos personas piensan a la vez la misma cosa.
– ¿Como tú y mamá?
– No, hijo, eso sería casualidad.
El abuelo llama al nieto a escondidas y le dice:
– En la mesita de noche de tu papá hay un frasquito pequeño, con unas pastillitas azules que se llama Viagra. Si tú me traes una pastillita de esas, sin decirle nada a tu papá, mañana temprano te doy 100 pesos.
– ¿100 pesos, abuelo? ¡Eso es mucho dinero! Está bien, espérame aquí.
El niñito llega a la recámara del papá y agarra el frasquito y lee:
Via…gra, estas son» y le lleva la pastilla al abuelo. Al siguiente día, el chiquillo se levanta muy temprano y va a saludar al viejo.
– Buenos días, abuelo. ¿Cómo dormiste?
– Muy bien, hijo (con una sonrisa de oreja a oreja).
– Y le entrega 2 mil pesos.
El chico, extrañado, alega:
– Abuelo, tú me ofreciste sólo 100 pesos.
– Sí, 100 que te doy yo, y ¡1900 que te manda tu abuela
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