El Secreto de la Bacteria

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Científicos israelíes del Weizmann Institute han conseguido explicar por qué la bacteria Deinococcus radiodurans es el organismo más resistente a la radiación. Su secreto es un anillo, el que forma su ADN. Se desvela así un misterio que había mantenido expectante desde hace tiempo a la comunidad investigadora.

Esta bacteria roja puede soportar 1,5 millones de rads, unas mil veces más que cualquier otra forma de vida en la Tierra, y tres mil veces más que un ser humano. Su particular resistencia la ha hecho muy útil en las plantas de residuos nucleares, donde su enorme apetito permite convertirlos en derivados mucho menos peligrosos.

La Deinococcus radiodurans también ha sido encontrada en ambientes extremos, como el Polo Norte, ya que tiene una gran resistencia a la deshidratación y a las bajas temperaturas. Tales maravillas han despertado un gran interés científico, y no han faltado propuestas, sobre todo en Rusia, que sugieren que su origen está en Marte, donde la radiación ambiental natural es más alta que la de la Tierra.

Dado que el ADN, el código genético, es la parte de la célula que se daña antes debido a la radiación, los investigadores han buscado los mecanismos de reparación que expliquen la fortaleza de este organismo. Las células humanas o las de los microbios normales, por ejemplo, sólo son capaces de reparar muy pocos de los daños que la radiación puede producir sobre su ADN, habitualmente no más de tres a cinco. En cambio, la D. Radiodurans puede reparar hasta 200.

Los experimentos, sin embargo, indican que la extraña bacteria no tiene más enzimas reparadoras que las que poseen las bacterias ordinarias. ¿Cuál es pues su secreto? Avi Minsky, del Organic Chemistry Department del Weizmann Institute of Science, ha utilizado diversos métodos ópticos y de microscopía electrónica para analizar la estructura del ADN de la D. Radiodurans, y ha descubierto que éste está organizado de una forma única. En efecto, tiene el aspecto de un anillo muy empaquetado, de tal modo que las piezas de código genético que se rompen por la acción de la radiación no escapan hacia los líquidos celulares, sino que se mantienen unas cerca de otras. Con el tiempo, acabarán volviendo a su orden original, reconstruyendo los filamentos de ADN.

El hallazgo es muy interesante, pero no nos servirá para hacer que el Hombre sea más resistente a la radiación. Nuestra estructura genética es muy distinta.

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