No sé si es que me estoy haciendo mayor o es que esto de llevar más de 10 años por la red de redes me está curtiendo, pero (aunque parezca obvio) estos días he llegado a la conclusión de que Internet me ha envenenado.
Y que conste que lo digo de buen rollo, pero me he dado cuenta de que hablo más con un colega (que está al lado mio) en una discoteca por Twitter que no por voz (aunque claro, hablar cuando tienen la música a todo trapo, sencillo, no es).
Y es que muchas veces, si quererlo, no nos damos cuenta de lo importan las relaciones personales… y es que tiene delito que teniendo amigos en la propia Barcelona acabe escribiéndoles más correos electrónicos que charlando cara a cara. ¿No somos capaces de encontrar tiempo para ver las caras a gente a la que quieres y aprecias?
Como os decía, esto que parece una obviedad es algo a lo que he concluido estos últimos días… aunque también he de reconocer que si puedo quedar o ir a hablar con alguien no desaprovecho la ocasión. Y el claro ejemplo está en la propia oficina.
Hace años cuando entré en ITnet el «jefe» tenía la mala manía de que todos, por cojones, tuviéramos instalado el messenger. No lo acabé de entender y más cuando en aquella época la oficina era totalmente diáfana y con levantar la voz te escuchaban en la otra punta (todos los de la oficina pueden dar fe de mi música, mis gritos y… en fin).
Ahora las cosas han cambiado. Tal vez sea yo, pero sí que es cierto que la mensajería va bien para mandarse ficheros o para mandar URL pero no tiene ningún sentido que teniendo a otra persona al lado o a 3 metros nadie haga el gesto de levantarse para hablar, para comunicarse… ¡eh, que yo aún no me he comido a nadie!
En fin, sirva esta reflexión para dejar constancia de esto… y que conste que soy un gran partidario de usar Skype y las videoconferencias, sobretodo por trabajo y para los que están lejos, que es mejor que una llamada de teléfono… pero, ¡por favor! levantemos nuestros culos de los asientos y pasemos de una comunicación digital a una comunicación analógica, personal, donde el cuerpo tenga mucho más que decir que 8 bits.
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