«Póngase usted en mi lugar…». De tanto escuchar esta frase, el inspector Edson Souza ya sabe pronunciarla en cinco idiomas diferentes. El episodio se repite siempre de la misma manera: el turista cincuentón llega a la comisaría en paños menores y con voz tremúla relata como la chica lo sedujo para que la acompañase a pasar un rato agradable. Y cómo, cuando había despachado la segunda o tercera caipirinha, aparecieron esos muchachones que en un abrir y cerrar de ojos le despojaron de todas sus pertenencias.
«La carne no es débil sino boba», dice Souza, que tiene a su cargo el barrio de Copacabana, el más turístico de Río de Janeiro.Desde luego, resulta cómico ver a unos señores serios convertidos en palurdos por efecto de las hormonas y el alcohol. Pero en la urbe carioca, las emboscadas sexuales están alcanzando niveles alarmantes. Este año ya se han contabilizado 400 casos, lo que representa un aumento del 60% en relación al 2002.
Las autoridades sospechan que el cuadro es aún más grave, ya que muchas de las víctimas prefieran no hacer la denuncia, para evitarse el bochorno. «En la última convención de la Asociación de Empleados Hoteleros, que tuvo lugar precisamente en Río, un administrador confesó que en la conserjería se tiene a mano una muda de ropas, para que los inquilinos que han sido asaltados, puedan entrar vestidos al hall.
La mayoría de los casos han ocurrido en Copacabana, donde se alojan, comen y salen de juerga la mayoría de los turistas varones.Las bandas operan sobre todo en la avenida Antártica, aprovechando el apagón cerebral que padecen los extranjeros en cuanto ven a una garota (muchacha). Otro de los cotos de caza de los maleantes es la playa de Ipanema y, en tercer lugar, el barrio de Santa Teresa.
Sencillo procedimiento
El procedimiento es sencillo. Se utiliza como señuelo a una chica de aspecto inocente, que se va ganando la confianza de la víctima.Primero comparten una copa; después van juntos a la playa, luego al hotel y al cabo de dos o tres días la presa es conducida a la ratonera.
Hace tiempo que las agencias de viaje previenen a los turistas de estos peligrosos espejismos eróticos. Pero las recomendaciones caen en oídos sordos, pues como dice el inspector Souza, «la cabra tira al cerro». Por otra parte, las autoridades cariocas tampoco quieren lanzar una cruzada moralista pues el ligue es, con el Corcovado y las playas, uno de los imanes turísticos.
Los promotores turísticos temen que el castigo divino caiga sobre la ciudad en el momento en que Rosinha Matheus Garotinho asuma el cargo de gobernadora, para el que acaba de ser elegida. Esta bella mujer (esposa de Anthony Garotinho, ex candidato a presidente) pertenece a una secta evangelista y ha prometido combatir sin tregua lo que llama el «pornoturismo».
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